El origen de San
Valentín: las Lupercalias, fiestas romanas de fertilidad
El origen del Día de San Valentín hay
que buscarlo en los antiguos ritos de Grecia y Roma. En concreto, en la Roma
antigua, todos los 15 de febrero se festejaban las Lupercalias, una fiesta para
estimular la fertilidad y curar la esterilidad, en honor de Fauno y de la loba
que amamantó a Rómulo y Remo. En dicho festejo, los hombres “azotaban” a las
mujeres con trozos de cuero de una cabra sacrificada, bañados en sangre. Con el
paso del tiempo, esos ‘juegos eróticos’ se transformaron en orgías
públicas, razón por la cual el papa Gelasio decidió prohibir todo ese ritual
pagano en el año 494.
Pero no habiendo logrado suprimir tales
orgías y ritos, Gelasio se vio obligado a sobreponerles una fiesta cristiana,
con la intención de que así los fieles se distrajesen. Así, estipuló que el 14
de febrero se honrase a San Valentín, el protector de los enamorados. Un
sacerdote que, habiendo transgredido la orden del emperador Claudio II de
suspender los matrimonios, fue condenado a sufrir tres terribles castigos: el
tormento, el apedreamiento y, finalmente, la decapitación. Más tarde, en su
canonización, se le adjudicó el día de su muerte en el santoral: el 14 de
febrero del año 269.
La festividad de San Valentín es una
tradición que se celebra el 14 de febrero y que se fue extendiendo por todos
los continentes, fomentando el intercambio de flores, bombones y regalos entre
las personas amadas. El origen de este festejo es confuso y muy antiguo, por lo
que hay múltiples versiones donde se entremezclan historias religiosas,
costumbres y leyendas. Se habla de tres mártires con el nombre de San Valentín,
pero la versión que predominó a lo largo de la historia fue la del sacerdote
nacido en Roma durante el siglo III.
Prohibido casarse
En ese tiempo gobernaba Claudio II, un
déspota emperador romano que desarrolló una de las más duras persecuciones
contra los cristianos, muchos de los cuales murieron por negarse a renegar de
sus creencias. Claudio II sostenía que los cristianos no debían casarse entre
sí y dispuso, por decreto, que los que contrajeran matrimonio serían condenados
a la pena de muerte. Ese emperador consideraba además que los soldados casados
no eran tan buenos y eficientes como los solteros, ya que se negaban a ir a la
guerra, en tanto el imperio, en decadencia, necesitaba soldados para defender
sus cada vez más débiles fronteras.
Por entonces, Valentín era obispo. Fiel
a su creencia de que los decretos que prohibían el casamiento eran indignos y
que el pueblo debía amar a Dios y contraer matrimonio libremente, Valentín
casaba a las parejas en forma secreta, obsequiándoles una flor blanca que
significaba pureza y fidelidad. Cuando lo descubrieron, fue detenido y llevado
ante Claudio II, quien intentó persuadirlo para que se alejase del cristianismo
y se sumase al imperio romano, otorgándole a cambio el indulto del delito de
desobedecer la orden imperial.
En esa época se celebraba el día de la fertilidad o Lupercalia. Festejos que Valentín rechazaba por estar llenos de furor sexual, que presagiaban la cercanía de la primavera, cuando todo era “fecundación y floración”. Febrero viene del latín februarius y a su vez de februs, palabra que significa “purificatorio”. En la Roma antigua, tales fechas eran en honor de varios dioses; como Juno, la madre de los dioses, que era también tenida por los romanos como la diosa de las mujeres y del matrimonio. Por su parte, la Lupercalia era “la fiesta de la purificación”. En ella, sacerdotes denominados luperci (lupercos) rezaban y realizaban rituales en honor a Fauno y a la loba que había amamantado a Rómulo y Remo, fundadores de Roma. Aquí, como en tantas otras ocasiones, la historia se entremezcla con la leyenda.
Azotadas con correas
la Lupercalia
consistía en una celebración para asegurar la fertilidad tanto de animales,
como de los campos y las personas. En febrero comenzaba oficialmente la
primavera en Roma. Las casas se limpiaban hasta el último rincón y el 15 de
febrero comenzaba Lupercalia, el festival de la fertilidad dedicado a Fauno
(también llamado Pan), el dios romano de la agricultura y a los fundadores de
Roma, Rómulo y Remo. Miembros de los Luperci, orden de sacerdotes romanos,
sacrificaban a una cabra para la fertilidad, y a un perro para la purificación.
El ritual se realizaba en la cueva de la colina Palatina, donde se supone que
vivieron Rómulo y Remo cuando fueron amamantados por una loba hembra.
La leyenda cuenta que
los niños salían del lugar con trozos de cuero de cabra bañados en sangre.
Caminaban por las calles para golpear suavemente a las mujeres con la piel de
los animales, denominadas februa. Las mujeres agradecían el
contacto con dichas correas porque creían que las haría más fértiles para el
año siguiente. Otras versiones del mito señalan que dichos golpes, eran dados
no por niños, sino por los pastores o por los mismos luperci, que
eran mucho más fuertes .
Lotería de mujeres
Uno de los ritos más esperados en la Lupercalia era la lotería de mujeres, que consistía en introducir en una caja tarjetas con el nombre de las adolescentes y hacer que a su turno los muchachos metieran la mano en el cajón y sacaran la tarjeta con el nombre de la que, de ahí en adelante, sería su compañera a lo largo del año. Usualmente esas
parejas ‘de prueba’
terminaban contrayendo matrimonio. Durante la Lupercalia, los varones romanos
llevaban prendidos en la manga los nombres de las jóvenes que se convertirían
en su pareja. De allí el dicho inglés “llevar el corazón en la manga” (“wearing your heart on your sleeve”).
Las fiestas se caracterizaban por ser
“alegres y desenfrenadas, vividas con gran intensidad por paganos como por
cristianos”. Valentín lamentaba que no estuviera prohibido por la Iglesia
participar en ellas. Lo que nunca sabría el joven mártir era que al pasar de
los años los religiosos empezaron a limitar la participación de los jóvenes
creyentes en esos festejos.
Mientras la festividad
invadía las calles de Roma, Valentín estaba encarcelado, frente a sus últimas
semanas de vida, cuando, según la leyenda, algo impresionante sucedió. El
carcelero, sabiendo que era un hombre de letras, pidió permiso para traer a su
hija, Julia, a recibir lecciones de Valentín. Julia era ciega de nacimiento,
mas no fue obstáculo para que Valentín le enseñara literatura, historia romana,
aritmética y le hablara de Dios.
“De tu Valentín”
Dice la leyenda que gracias a la ayuda de Valentín y la enorme fe que Julia le tenía, ésta milagrosamente recobró la vista. Por su parte, Valentín se enamoró de la dulce muchacha y en la víspera de su muerte, escribió una última carta a Julia pidiéndole que se mantuviera cerca de Dios y la firmó “De tu Valentín”. Durante algún tiempo se estiló que los enamorados firmaran de esta misma forma sus cartas y tarjetas de amor.
Valentín fue ejecutado el 14 de febrero
del año 270, cerca de una puerta que más tarde sería nombrada Puerta de
Valentín para honrar su memoria, y lo sepultaron en la que es hoy la Iglesia de
Praxedes en Roma. Julia plantó un almendro de flores rosadas junto a su tumba.
Hoy, el árbol del almendro es un símbolo de amor y amistad duraderos.
La transformación del
festejo
Pasaron poco más de 200 años antes que el Papa Gelasio proclamara al mártir cristiano, Valentín, “Patrón de los Enamorados”, para, de alguna manera, contrarrestar la fascinación que tenían las Lupercalias entre los adolescentes cristianos.
Para no romper del todo con el rito
original, el Papa ordenó que las muchachas y muchachos introdujeran la mano en
una caja a fin de sacar el nombre de alguien; sólo que ese “alguien” debía ser
un santo o santa cuyas virtudes se debían imitar a lo largo del año.
Los romanos se molestaron, ya que
echaban de menos a sus compañeras cada febrero, por lo que decidieron que, en
lugar de esperar que la mujer admirada o deseada apareciera en una lotería, le
enviarían tarjetas con los nombres de ellos. De ahí la costumbre de regalar
tarjetas entre enamorados, amigos y familiares, lo que hizo del día de San
Valentín el Día del Amor y la Amistad. Con el tiempo, los romanos olvidaron su
fiesta pagana y los cristianos olvidaron el sorteo.
Muchos consideran que, cuando la Iglesia
suprimió las Lupercalias, dio pie a una mala costumbre: Manifestar el amor sólo
un día del año, en lugar de promover, como es lo lógico y lo normal, que el
amor se manifieste diariamente. La celebración del Día de San Valentín se
oficializó en 1969, año en el cual el calendario católico estableció el día 14
de febrero como recordatorio del santo. La combinación de las historias,
leyendas y celebraciones del pasado convirtió a esa fecha en el Día de los
Enamorados.